UNIDAD 7

MATERIA: Filosofía y Psicología (Plan FinEs)
PROFESOR: Daniel E. Benadava


UNIDAD 7: Psicología, Ética y Política.


o        MODERNIDAD: IMPLICANCIAS EN LA VIDA COTIDIANA.

En la edad moderna el hombre se siente atemorizado, angustiado y aislado.  No comprende los cambios que se producen en su época ni conoce sus causas.  No tiene idea a donde van a llevarlo. No ha encontrado todavía un nuevo marco de orientación que se ajuste a la transformación de su mundo.  ¿Cómo reacciona ante esta angustia?.
De muchas maneras diferentes:
Þ    reprimiendo la angustia y la sensación de impotente aturdimiento al aferrarse obstinadamente a las antiguas formas de pensar y obrar,
Þ    buscando una “cabeza de turco” a la que culpar de haber perturbado la antigua armonía con sus hostiles manejos. Estas “cabezas de turco” concitan un odio fanático como único obstáculo a la seguridad y la paz,
Þ    escapar hacia el rebaño, buscar abrigo en la gran organización, el Estado, la opinión general, etc.  Cómo un niño que busca en su madre consuelo de una pesadilla, así el hombre atemorizado de hoy busca consuelo en la Gran Madre actual, la Organización.  
Þ    otra manera, que tiene importancia universal, y se combina con alguna o todas las ya citadas, es la pasión por el consumo.  Muchas personas conocen pro propia experiencia un ejemplo de esta relación entre la angustia y el ansia: pueden sentir de repente un deseo intenso de comer, un deseo que no es semejante al apetito ni al hambre corrientes, sino una pasión casi irresistible, independientemente del tiempo que haya pasado desde la última comida.  Otras compensaciones parecidas son la pasión de comprar cosas, beber, fumar y lo que suele creerse un instinto sexual verdadero es también con frecuencia una escapatoria y una compensación de la angustia,
Þ    hay otro rasgo característico del hombre moderno estrechamente relacionado con la angustia y el aturdimiento: su sensación de impotencia.

o        PODER Y LIBERTAD.

Ya puedo oír muchas objeciones a estas afirmaciones: ¿no siente el hombre contemporáneo que ha llegado a dominar la naturaleza? ¿Qué ha encontrado la llave de la energía atómica? ¿Qué ha traspasado el umbral del concepto tradicional del espacio, al avanzar por el espacio extraterrestre?
Todo esto puede ser cierto, pero no debemos olvidar que el Poder tiene dos sentidos. Esta el poder sobre algo, el poder sobre la naturaleza o sobre las personas.  Pero esta también el Poder de: el poder o capacidad de pensar, de amar, de sentir profundamente, de crear y, como dijo una vez Nietzche, el poder de prometer.
El “poder de” deriva del sentido del yo, del sentido de identidad, de independencia, por el cual yo me experimento como sujeto de mi experiencia auténtica, de mis sentimientos, pensamiento y acción y, por tanto, me siento potente. En cambio, experimento el “poder sobre” como la facultad que tengo de ser parte, o extensión, de la máquina, programada para ejecutar ciertos actos que solo requieren inteligencia y energía, pero no actividad del alma.
Se siente poderoso el hombre al volante de los potentes coches deportivos, pero en su relación con sus semejantes consigo mismo puede sufrir una sensación de suma impotencia.  Aunque confunde fácilmente el poder de la máquina con el poder del hombre, con su poder.
El hombre contemporáneo se siente impotente, no sólo porque no comprende los cambios revolucionarios ocurridos, sino, sobre todo, porque, en cuanto individuo, tiene que vérselas con burocracias gigantescas:de la economía, del Estado, de las fuerzas armadas, etc., que son impersonales, y para las cuales el individuo es sólo un número que utilizar para el desarrollo y buen funcionamiento del conjunto. No es que se trate mal al individuo.  Al contrario, lo tratan como parte valiosa de la máquina, una parte en cuya instrucción ha invertido muchísimo la sociedad, y lo tiene bien alimentado, bien vestido y entretenido en el modo y grado que parecen necesarios para su buen funcionamiento y sin roces.
Es libre.  Pero su libertad es, principalmente, la de escoger entre las diferentes marcas de productos y diversiones que compiten por su favor.  Es libre de pensar y decir lo que piensa.  Se trata de una gran ventaja, pero no son demasiados  los que se sirven de ellas.  Prefieren creer que los tópicos leídos expresan sus ideas originales y que no merece la pena pensar cosas que, dichas, podría redundar en propia desventaja.
Hoy, el hombre no solo se siente impotente, aislado y angustiado, sino que también enormemente aburrido. ¿Cómo puede ser, cuando precisamente uno de los rasgos más estimados de nuestra cultura es que nunca estamos aburridos? Vemos la televisión hora tras hora, vamos de viaje, acudimos a reuniones, etc.  No estamos ni un minuto desocupados desde que nos despertamos hasta el momento en el que nos vamos a dormir.  En efecto, concientemente, no estamos aburridos; pero, quisiera preguntar, ¿Qué aburrimiento mortal se tendrá para que el más huero entretenimiento televisivo, la vana charla social y las películas obscenas y sensibleras resulten un alivio satisfactorio?  En realidad, empleamos mucho tiempo en ahorrar tiempo pero después no sabemos que nacer con él, solo sabemos matar el tiempo que hemos ahorrado.
El aburrimiento tiene que ver con la falta de vivacidad interna, actividad positiva, relación auténtica con el mundo, interés verdadero por todas las cosas que están a nuestro alrededor;  y, principalmente, con la falta de amor a la vida.  El aburrimiento es lo contrario de la alegría, pero el hombre moderno sabe poco acerca de la alegría.  Sabe qué es el placer, qué es la diversión, , qué es la admiración por algo;  pero la alegría, ese sentimiento profundo, ardiente, que no requiere estímulo ni aparato, que es grave y ligero al mismo tiempo, es una rara experiencia.
Y no solo la alegría.  Todo sentimiento profundo, que no tenga que ver con hacer algo, sino que requiera concentración y quietud, ha llegado a ser ajeno a la mayoría.  La gente quiere estar contenta, y entienden por estar contenta la satisfacción de todos los deseos y la falta de dolor y esfuerzo.  Pero este contento, por su mismo carácter, es superficial, no alegre.
Por último hemos de considerar que estamos preocupados siempre por los medios y los útiles, no por los fines;  que no nos preguntamos  adonde vamos, en tanto hayamos encontrado por donde ir.  Parece que no vamos a ningún sitio, pero vamos cada vez más deprisa.  Este ningún sitio podría ser en realidad la propia aniquilación del género humano.                                                                                                                                                                               
o        HERRAMIENTAS PARA CONMOVER AL HOMBRE MODERNO.

Hoy en día millones de jóvenes se encuentran en un talante de duda y en busca de una forma de vida más razonable.  Tiene hambre espiritual y tantean soluciones que les den respuestas.  Ni la violencia, ni el LSD, ni la promiscuidad sexual, les ofrecerán soluciones satisfactorias, aunque cada una de manera más o menos retorcida, encierre un núcleo de verdad.  
Hemos de crear una vida que verdaderamente pueda atraer el amor a la vida, no que nos imponga el amor a la muerte.  La vida tiene que hacerse muy interesante para el individuo, no que sirva sólo para ganarse la vida.  Para ello hace falta que cambien radicalmente, no sólo nuestros valores reales, sino también nuestra estructura socioeconómica.  Los fines económicos, el lucro y la organización tienen que dejar de ser los señores del hombre y hacerse sus servidores.
¿Cómo conmover a este hombre que se encuentra angustiado, aburrido y aislado?
Primera y principalmente, haciéndole ver la realidad o por usar otra palabra, la verdad.  Con realidad y verdad no me refiero a la realidad en general, ni a la verdad sobre cualquier cosa, sino a la realidad en cuanto afecta la propia vida persona, a sus circunstancias externas y a su vida interior;  a la realidad y a la verdad que son pertinentes a una persona, a una clase social o a todo un pueblo.  Por ser pertinentes, deben ser totales no parciales.  Si mostramos la realidad sólo en el plano político, o económico, o cultural, o sentimental, es decir, parcialmente, esta verdad parcial tiene muy poco efecto o ninguno.
La verdad no tienen que ser permanente y total, sino también radical, no hermoseada, suavizada, ni almibarada.  La mayoría cree que se comprenderá mejor la verdad diciéndola a trocitos, como los padres que hablan de la cigüeña y de las flores y de las abejas, diciendo que otro día darán la continuación.  No es así.  La experiencia tiene un efecto peculiar cuando podemos verla completa y claramente, sin compromiso.  Entonces resulta muy difícil eludirla.  Lo cual no quiere decir que no se la pueda eludir.  Tenemos miedo a la verdad porque nos obliga a cambiar nuestras sagradas costumbres y nuestras formas de pensar y de obrar.
El enfrentaminto con la realidad provoca una angustia momentánea.  Nos hace sentir inseguros al instante. Pero cualquiera que tenga experiencia de este problema conocerá qué inesperadas y, a veces, de apariencia milagrosa son las reacciones de aquellos a quienes se muestra la realidad objetivamente, sin fatalismo ni miedo, y con la intención de ayudarlos.  Ocurre, en efecto, un momento de verdad, en que a veces sucede algo bastante inesperado, repentino y difícil de describir en cuanto al tiempo.  Alguien siente el súbito que “si, eso es”.
Esto no tiene nada de maravilloso.  La seguridad del hombre está en su contacto con la realidad, la exterior y la interior. Cuando vive en el engaño y dirigido por fuerzas sugestivas, sinuosas y falsas, tiene paralizado el empleo de sus propias facultades y energías, como el títere llevado por quién maneja los hilos.  Cuanto más en contacto esté con la realidad, la sienta, la toque y la entienda, tanto más será dueño de si mismo, tanto más activo e independiente;  y tanto menos habrá de temer que suelte los hilos quien los maneja, dejándolo inmóvil y desamparado.
----------
La Unidad 7 esta extraída del texto de Erich Fromm Ética y Política, pags. 21 a 44.