MATERIA: Filosofía y
Psicología (Plan FinEs)
PROFESOR: Daniel E.
Benadava
UNIDAD 3: ÉTICA
o ÉTICA
La ética es
una disciplina filosófica que es tratada desde la antigua Grecia y que nos hace
reflexionar a nosotros como seres humanos en la sociedad sobre el bien y el mal.
En muchas
ocasiones se confunde la ética con la moral.
Pero cuando hablamos de moral, hacemos referencia a las normas morales
que rigen nuestra conducta. La moral es
un tipo de conducta.
En cambio
cuando hablamos de la ética, hacemos referencia sobre una disciplina que trata
de establecer sobre que bases se fundan las normas morales. La ética, por ende,
es una reflexión y argumentación filosófica.
o
PONTE EN SU
LUGAR (Fernando Savater, en Ética para Amador)
Robinson
Crusoe pasea por una de las playas de la isla en la que una inoportuna tormenta
con su correspondiente naufragio le ha confinado. Lleva su loro al hombro y se
protege del sol gracias a la sombrilla fabricada con hojas de palmera que le
tiene justificadamente orgulloso de su habilidad.
De pronto, se
detiene con sobresalto. Allí, en la arena blanca, se dibuja una marca que va a
revolucionar toda su pacífica existencia: la huella de un pie humano.
Mientras está
solo, Robinson se enfrenta a cuestiones técnicas, mecánicas, higiénicas,
incluso científicas, si me apuras. De lo que se trata es de salvar la vida en
un medio hostil y desconocido. Pero cuando encuentra la huella de Viernes en la
arena de la playa empiezan sus problemas éticos. Ya no se trata solamente de
sobrevivir, como una fiera o como una alcachofa, perdido en la naturaleza;
ahora tiene que empezar a vivir humanamente, es decir, con otros o contra otros
hombres, pero entre hombres. Lo que hace «humana» a la vida es el transcurrir
en compañía de humanos.
La ética no se
ocupa de cómo alimentarse mejor o de cuál es la manera más recomendable de
protegerse del frío ni de qué hay que hacer para vadear un río sin ahogarse,
cuestiones todas ellas sin duda muy importantes para sobrevivir en determinadas
circunstancias; lo que a la ética le interesa, lo que constituye su
especialidad, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre
humanos. Si uno no sabe cómo arreglárselas para sobrevivir en los peligros
naturales, pierde la vida, lo cual sin duda es un fastidio grande; pero si uno
no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y
eso, francamente, tampoco tiene ninguna gracia.
¿En qué
consiste tratar a las personas como a personas, es decir, humanamente?
Respuesta: consiste en que intentes ponerte en su lugar. Reconocer a alguien
como semejante implica sobre todo la posibilidad de comprenderle desde dentro,
de adoptar por un momento su propio punto de vista. Es algo que sólo de una manera
muy novelesca y dudosa puedo pretender con un murciélago o con un geranio, pero
que en cambio se impone con los seres capaces de manejar símbolos como yo
mismo.
Ponerse en el
lugar de otro es algo más que el comienzo de toda comunicación simbólica con él:
se trata de tomar en cuenta sus derechos. Y cuando los derechos faltan, hay que
comprender sus razones. Pues eso es algo a lo que todo hombre tiene derecho
frente a los demás hombres, aunque sea el peor de todos: tiene derecho -derecho
humano- a que alguien intente ponerse en su lugar y comprender lo que hace y lo
que siente. Aunque sea para condenarle en nombre de leyes que toda sociedad
debe admitir. En una palabra, ponerte en el lugar de otro es tomarle en serio,
considerarle tan plenamente real como a ti mismo.
El dramaturgo
y humorista Bernard Shaw solía decir: « No siempre hagas a los demás lo que
desees que te hagan a ti: ellos pueden tener gustos diferentes.» Sin duda los hombres somos semejantes, sin
duda sería estupendo que llegásemos a ser iguales (en cuanto a oportunidades al
nacer y luego ante las leyes), pero desde luego no somos ni tenemos por qué
empeñarnos en ser idénticos. ¡Menudo aburrimiento y menuda tortura
generalizada! Ponerte en el lugar del otro es hacer un esfuerzo de objetividad
por ver las cosas como él las ve, no echar al otro y ocupar tú su sitio.
o
LA ÉTICA EN
ARISTÓTELES, KANT, SARTRE Y LIPOVETSKY.
Þ
Aristóteles centra su
mirada en el hombre y en su hacer cotidiano.
Para él la vida del hombre es actividad y, en este sentido, todo hombre
se pone en marcha para llegar a un fin y una vez que llega a ese fin el mismo
se convierte en un medio para llegar a otro fin y así sucesivamente.
En este
sentido la vida puede ser vista como una cadena ilimitada de “fines”.
Pensando en la
ética, Aristoteles dirá que hay un fin buscado por todos que es un Fin último
que tiene la característica de no poder devenir en un medio; este Fin último es la felicidad.
La praxis del
hombre debe estar regida por la prudencia y así el hombre se convierte en
hombre virtuoso. Para él la virtud es el
resultado del hábito constante que tenemos como hombres. Pero la persona no nace con la virtud, no es
innata, sino que proviene de la educación: nos convertimos en hombres justos a
través de actuar como hombres justos.
La ética
aristotélica nos hace pensar en un nosotros, porque Aristóteles es
comunitarista. No podemos quedarnos con
el Yo, siempre se debe pensar la ética desde un nosotros. Solo se alcanza la virtud en diálogo
comunitario. La ética aristotélica,
entonces, es el pasaje de una virtud subjetiva a una virtud intersubjetiva.
Þ
Para Kant
toda ética debe ser formal, es decir debe ser universal y racional; debe ser una ética valida para todo el mundo.
Para Kant un
hombre actúa moralmente cuando lo hace por deber (que es la necesidad de una
acción de someterse a la ley por respeto) y no por estar persiguiendo algún fin
o interés
El principio
por el cual se realiza una acción es llamado por Kant máxima o fundamento de
toda acción. Una de las máximas más
importantes para él es "Obra de tal modo que puedas querer al mismo tiempo
que se torne ley universal".
Entonces para
Kant el valor moral de una acción radica en el fundamento que determina su
realización, es decir cuando este fundamento es el deber tiene valor
moral.
Tipos De Acciones En Relación Con El Deber
|
Þ
Sartre afirma que no
hay valores eternos ni absolutos escritos en algún mundo ideal; de ahí que la
existencia humana individual se vea enfrentada constantemente a la obligación
de tener que elegir en cada momento qué hacer en la vida y con su vida.
Para Sartre,
la angustia es un rasgo básico de la vida humana que está "condenada a ser
libre", es decir, está enfrentada permanentemente a la tarea de tener que
decidir cómo vivir y en cada decisión que toma le va la vida. Y si alguien
trata de ocultarse a sí mismo el hecho de que lo que somos es siempre
consecuencia de nuestras decisiones, estaría actuando en forma inauténtica.
Lo que
convierte a una acción en auténticamente moral es que se realice desde la más
radical libertad personal. Ahora bien, toda acción individual moralmente buena
ha de incluir de algún modo a toda la humanidad, no porque haya valores morales
absolutos que deban respetarse, sino porque el hombre es una conciencia abierta
a la comprensión de los otros, sin los cuales la vida individual ni siquiera
existiría ni llegaría a ser humana.
Dirá Sartre: “El hombre es ante todo un proyecto que vive
subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor, nada
existe previamente a este proyecto, nada hay en el cielo inteligible, y el
hombre será ante todo, lo que habrá proyectado ser."
Sartre
distinguirá entre Conducta Auténtica, que asume la libertad consustancial a
nuestra vida y a todas sus decisiones, la Conducta Inauténtica, que intenta
esconder la responsabilidad y autoría de los propios actos. En éste último tipo de conductas las personas
intentan ocultar el hecho insoslayable de nuestra libertad, el ser radicalmente
libres, el hecho de que lo que hacemos y lo que somos es siempre consecuencia
de nuestra decisión. La conducta de mala fe es la conducta por la que nos
tratamos como cosas: el rasgo fundamental de las cosas es el de no ser sujetos,
el de ser lo que son como consecuencia de algo ajeno a ellas mismas, el no ser
dueñas o autoras de sí mismas, y así precisamente nos tratamos cuando vivimos
en la inautenticidad.
Un ejemplo de
conducta inauténtica: dos jóvenes están sentados en un café; ella sabe que el
hombre intenta seducirla, la charla avanza y él toma la mano de la joven. Pero
la mujer no responde, deja estar las cosas, ni retira la mano ni confirma la
intención del hombre, evita tomar una decisión (aceptar o rechazar la
insinuación) dejando su mano en la de él como si realmente no fuese consciente
de la situación: se trata a sí misma como un objeto, como algo pasivo, como si
no fuese protagonista, como si le ocurriesen las cosas y no fuese propiamente
libre
Þ
Gilíes
Lipovetsky sostiene que en nuestra cultura
ética: por primera vez, ésta es una sociedad que, lejos de exaltar los órdenes
superiores, los eufemiza y los descredibiliza, una sociedad que desvaloriza el
ideal de abnegación estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la
pasión del ego, la felicidad intimista y materialista. Nuestras sociedades han
liquidado todos los valores sacrificiales, sean éstos ordenados por la otra
vida o por finalidades profanas, la cultura cotidiana ya no está irrigada por
los imperativos hiperbólicos del deber sino por el bienestar y la dinámica de
los derechos subjetivos.
Estamos viviendo en una sociedad posmoralista:
entendemos por ella una sociedad que repudia la retórica del deber austero,
integral, maniqueo y, paralelamente, corona los derechos individuales a la autonomía,
al deseo, a la felicidad. Sociedad desvalijada en su trasfondo de prédicas
maximalistas y que sólo otorga crédito a las normas indoloras de la vida ética.
Por eso no existe ninguna contradicción entre el nuevo período de éxito de la
temática ética y la lógica posmoralista, ética elegida que no ordena ningún
sacrificio mayor, ningún arrancarse de sí mismo.
o
Ética y Responsabilidad. (Juan Mosca
y Gularte Carlos, en Ética: un horizonte en quiebre)
Cada sujeto
humano se define a partir de sus actos. Por
ello el juicio referido a los mimos, sobreviene una vez que se consuman. Y esto les otorga el estatuto de actos
singulares. Todo acto es único e
irrepetible. Solo podemos repetir un
acto a través de otro acto. Cómo se ve,
la identidad es más una pretensión que un hecho.
Todo hombre,
al decir de Sartre, al elegirse a sí mismo, elige a la humanidad. Dicha elección se concreta en el acto
humano. El mediador que propone para
articular la dimensión personal, singular, con la universal, es el compromiso. Todo sujeto al actuar debe
comprometerse. Dicho compromiso se
expresa en un proyecto que es simultáneamente singular y universal.
Desde la
perspectiva de Sartre, la libertad no alude a la ausencia de
determinaciones. Muy por el contrario,
la determinación domina totalmente el mundo humano. Los determinismos provienen tanto de la
realidad natural, como de la social. Lo
que en todo caso debe considerarse, es que hace cada sujeto con tales
determinaciones. Pues éste es el punto
clave de separación entre un sujeto y un objeto. Un objeto responde absolutamente a los
determinismos que sobre él operan y nada puede hacer, dado que no posee una
subjetividad que le permita darse cuenta de los mismos. Ni antes ni después. En el mundo de los objetos no hay actos, hay
hechos, sucesos. El sujeto humano, en
cambio, al poder aprehender dichos determinismos, puede plantearse hacer algo
con ellos. Es más, no le queda otro
remedio que hacer algo. El hombre solo
se expresa a través de sus actos que nunca son meros hechos.
En este
sentido podría afirmarse que el Sujeto es siendo. Nunca del todo realizado, siempre
siendo. De eso debería dar respuesta, de
la razón de su ser en la razón deseante, en lo calculable y también en lo
incalculable y no representable de su ser.
Por otro lado,
la imposibilidad de determinar su responsabilidad, el ser el engranaje de la
maquina predeterminada por la Divina Providencia, empobrece la subjetividad.
o
Veinte años
son nada. (Fariña y Gutierrez)
La esencia de
la tortura esta contenida allí. Es la
abolición de todo límite, cuyos alcances ilustra la figura de la
bisección. En esa operación quirúrgica
el fantasma de despedazamiento se hace real.
Entre el flujo de líquidos y de electricidad, el torturado termina por
extraviar los bordes mismos de su cuerpo.
Incluso el lenguaje ha sido proscripto, el tortuador no quiere de él
palabra alguna, sino una cifra muda, un mero código.
La situación
de la tortura pone al torturado en una posición de sometimiento absoluto, de
inermidad radical que llega a abolir toda referencia simbólica.
Pero no es el
sujeto el que habla, sino los despojos que el horror ha hecho de él. Eso que
grita no puede ser reconocido como humano, sino a condición de humanizar la
tortura misma. ¿Qué indica la camilla de
autopsias sino justamente la presencia de una operación físico química? ¿No son
acaso los efectos de la electricidad o el ácido claramente previsibles cuando
se aplican sobre el ser humano? Si la
experiencia de la tortura está reglada por el orden de esa determinación, no
hay allí elección posible para el sujeto.
No existen por lo tanto dilemas éticos en la tortura. Pretenderlo supondría una posición
moralizante. La idealización de un
fanatismo que al condenar la confesión inflinge al sobreviviente un nuevo
padecimiento.
La tragedia de
la tortura hará de cada cual lo que su cuerpo le dicte. Traspuesto el umbral del dolor, las
diferencias se desvanecen. Y no será
allí mejor quien aguante más, ni peor quién no lo haga. Porque, ¿hasta dónde hay que soportar’,
¿hasta qué humillación?, ¿hasta cual de las mutilaciones? No existe código que pueda determinar los
límites singulares de cada cuerpo.
Todos los
torturados que han sobrevivido destacan lo siguiente: preferían morir a
continuar bajo el tormento. Cuando la
muerte es lo que más se anhela, cuando todo se ha borrado y sólo queda la
muerte en el horizonte, allí no hay elección posible.
El problema
ético no lo tendrá el sujeto durante la tortura, sino después, si vive para
contarlo. ¿Qué hacer con la memoria de
todo aquello? ¿Cómo soportará su historia una marca semejante?
ACTIVIDAD
Teniendo en cuenta las herramientas que nos brindan los filósofos vistos en la unidad 3 para reflexionar desde la ética sobre el bien y el mal de una conducta, analice la situación por la que están atravesando docentes y alumnos dentro del Plan FinEs en CABA.
ACTIVIDAD
Teniendo en cuenta las herramientas que nos brindan los filósofos vistos en la unidad 3 para reflexionar desde la ética sobre el bien y el mal de una conducta, analice la situación por la que están atravesando docentes y alumnos dentro del Plan FinEs en CABA.